En su juventud practicó boxeo, y fútbol en el Club Defensores del Norte, el que tenía sede en la casa paterna y había sido fundado por su progenitor.
Su amor por la música fue desde muy joven, quizás desde antes de 1947, pulsando una guitarra de su tío Julián Giles, que tenía solo una cuerda, la 6ta.
Llegaba del trabajo de albañil junto a su padre y directo a la guitarrra. Enriqueció sus conocimientos con la música en el bar de Sebastián Alvarez, en la esquina de Yrigoyen y Esquiú, donde acudían conocidos ejecutores , Tales como “Chito” Figueroa, en acordeón y Corbeto y su hijo ”Chiche”, Oscar Blanco y Calixto Romero en guitarra, al principio no era del agrado de estos músicos, pero don Sebastián les decía déjenlo que aprenda.
Alrededor de 1953, llegaba a calle Estrada, en la manzana que está frente al Club Policial, el circo “Pabellon Palma”, el que traía dos eximios intérpretes del piano de botellas, padre e hijo, lo que atrajo sobremanera a Muriaga, a tal punto que se propuso desde ese momento construir el suyo. Tras innumerables prácticas y dolores de cabeza, comenzó a sacar las primeras notas, arrancó con la popular “La Vestido celeste” y después continuó con innumerables temas.
Con un dominio más que interesante del ”piano”, empieza a hacerse conocido en todo el departamento, actuando en diversos lugares de la ciudad, del campo y ciudades aledañas.
Grabó en Paraná con Jorge Miño y Luis Barros.
Se ocupó de llevar alivio a quienes acudían a él en busca de curar sus males, ya sea en su misión de “manosanta” o simplemente con su palabra de aliento como gran creyente en Dios que fue.
Los últimos años de su vida estuvo alojado en el Asilo de Ancianos, hasta que nos dejó en la década del 90′, donde fue cuidado con mucho cariño.