(14-01-2014).- “Buenos Aires ofrece un vasto repertorio en materia gastronómica no sólo dentro de Argentina, sino en toda América Latina.
Si bien Ninina tiene puntos de contacto con otras propuestas del mercado, la nuestra se destaca por los niveles de exigencia, calidad y estándares internacionales a los que apuntamos, ya sea respetando la tradición de nuestra pastelería o a través de nuestro café orgánico recién tostado”, explica Emmanuel Paglayan, uno de los accionistas de Ninina e hijo de Marta Gueikian, creadora de Selvi.
“Abrimos nuestra primera tienda en Gorriti 4738 con una arquitectura
que refleja nuestro pensamiento; materiales nobles, una ambientación
simple pero sofisticada, moderna y joven pero a la vez detenida en el
tiempo, la fábrica integrada al salón que expone al público a la
elaboración artesanal y exigente de nuestros productos”, asegura
Emmanuel, ex Vicepresidente de la oficina local del fondo de inversión
Hicks Holdings antes de incursionar en este nuevo emprendimiento.
La inversión para abrir este primer local emblema alcanzó los
US$500.000 y el amplio espacio de producción fue pensado
estratégicamente para el crecimiento proyectado por los accionistas de
Ninina, ya sea a través de otros locales, ventas a terceros o
servicios de catering.
Además de la planta principal de 240 m2 compartida en partes iguales
entre el salón y la fábrica, el local cuenta con un salón para eventos
en el primer piso. La vista aérea de la fábrica y la continuidad en
los azulejos blancos mantienen cercano el contacto con la elaboración
artesanal, y los sillones escandinavos, la luz tenue y los techos
bajos le aportan calidez e intimidad a la sala, con capacidad para
unas 36 personas.
El proyecto de arquitectura y decoración estuvo a cargo del Estudio
Verardo, con más de 25 años de experiencia en gastronomía. Remolino,
el estudio de diseño multidisciplinario fundado por Paco Savio,
desarrolló el branding, incluyendo el diseño del packaging y la
conceptualización de Ninina.
Sobre los 14 metros de barra de mármol que recorren el salón principal
se lucen las delicias más preciadas de Ninina: las tortas descansan en
una heladera que desaparece sobre el mármol; la pastelería, los
famosos brownies y budines, la máquina italiana de café espresso; el
drip coffee con sus cerámicas y sus filtros de bambú.
“Más allá de nuestras clásicas tortas y pastelería, Ninina ofrece
desayunos, almuerzos y meriendas, con variedades de scones, budines,
brownies, café y té de primera calidad, ensaladas, sándwiches, tartas
y sopas del día, tanto para disfrutar en nuestra tienda como para
llevar”, cuenta Emmanuel. “Otra característica de Ninina es que
contamos con una mesa comunal dentro de la fábrica para quien quiera
vivir la experiencia desde adentro”, concluye.
La línea de pastelería (brownies, cookies, budines, scones,
croissants) y las catorce variedades de tortas de la carta pueden
encargarse con anticipación para llevar, enteras y por porciones, con
un packaging especialmente diseñado para tal fin.
En línea con su filosofía de buscar siempre los mejores ingredientes,
Ninina Bakery utiliza sólo azúcar orgánica, huevos de campo y manteca
de primera marca en sus tortas y pastelería. Su café espresso combina
un blend orgánico de cafés de Papua Nueva Guinea, Etiopía y Colombia
con la máquina Aurelia II Nuova Simonelli de Italia; la granola está
hecha con avena y miel orgánica, no contiene azúcar. Dentro de su
oferta de sándwiches y ensaladas se destacan las hamburguesas caseras
de carne o vegetariana que el cliente puede armar como quiera, y sus
panes artesanales de hierbas y de semillas. La carta de bebidas cuenta
con diversos jugos, limonadas y licuados originales como el de pera y
pepino o el de kale, manzana verde, limón, menta y jengibre, una carta
de vinos exclusiva de Ernesto Catena Vineyards, cerveza artesanal de
Grunge Brewing Co. y diversos aperitivos para el brunch o la tarde
como el Aperol Spritz o el Cynar Julep.
La fábrica es el corazón de Ninina, conectada con el salón a través de
un gran ventanal. Se respira el aire dulce, se huele el más sencillo
de los aromas, el del pan y las tortas recién horneadas, el del
chocolate, el de lo casero. “Cuando comenzamos a planificar este
proyecto, nos planteamos la meta más difícil: volver a las bases,
respetar nuestra esencia, nuestras raíces. En los últimos años y con
el avance de la tecnología, la cocina alcanzó tan elevados niveles de
complejidad que la única forma de seguir innovando fue regresando al
punto de partida: a la receta de la abuela en el fondo del cajón”,
dice Emmanuel, que rescató las recetas de Selvi que marcaron un antes
y un después en la repostería porteña. Acá, la innovación surge del
cuidado en la selección, del detalle en la preparación y de la
prolijidad en el armado. Si queremos honrar la naturaleza de un
ingrediente, debemos elaborar cada producto a la perfección, siempre”,
concluye.