En esta nueva edición, el Festival Internacional de Cine de Entre Ríos (FICER) propone un acercamiento a clásicos de la cinematografía nacional. Es el caso de las Proyecciones Especiales de Juan, como si nada hubiera sucedido (Carlos Echeverría, 1987) y de Prisioneros de la tierra (Mario Soffici, 1939).
En cuanto al documental de Echeverría, la función lleva el sello de 40 años de Democracia Argentina y podrá visionarse en sus 164 minutos de duración el jueves 7 a las 15.30 en la sala mayor del Centro Provincial de Convenciones. La obra de Soffici, por su parte, se presenta como Noche de cinemateca y propone el encuentro con una copia restaurada por iniciativa del Museo del Cine, el jueves a la medianoche en la sala Verónica Kuttel de La Vieja Usina.
“El arte en general, pero sobre todo el cine en particular, ha contribuido muchísimo a la memoria de nuestro país. Lo que nos interesaba en esta edición es poder mostrar y transmitir a las nuevas generaciones que no vivieron ese proceso, una mirada diferente”, indicó Francisca D´Agostino, secretaria de Cultura de la Provincia, respecto a la distinción de las proyecciones que se enmarcan en la conmemoración de las cuatro décadas de continuidad democrática y que abarca películas de diversas secciones. “Es una forma de que conozcan esa historia y de que entiendan por qué la defensa acérrima de la democracia es tan importante. Los derechos no son mágicos, tienen toda una lucha detrás; lo que queremos es aportar a esa idea”, agregó.
Juan, como si nada hubiera sucedido
En Juan, como si nada hubiera sucedido, Echeverría investiga la desaparición de Juan Herman, un estudiante de Bariloche, ocurrida en 1977 durante la dictadura cívico-militar. Parte de esta obra fue utilizada como material adjunto a la causa que, en 2019, condenó a los responsables por la detención ilegal.
“Es un honor que Juan…, que está cumpliendo 36 años, se proyecte nada menos que en el FICER por todo lo que significa este festival no solo para la provincia de Entre Ríos, sino para el cine nacional”, expresó Echeverría. “Es un lugar de promoción, de fomento de la actividad audiovisual muy valorado y un sitio de encuentro entre realizadores de todo el país y con el público entrerriano”, añadió.
La película, que tiene guion del mismo director junto a Osvaldo Bayer (con quien poco antes había filmado Cuarentena durante el exilio del escritor en Alemania y su regreso al país), fue rodada en 1987 y constituye uno de los primeros testimonios sobre el terrorismo de Estado ocurrido en el período inmediatamente anterior (1976-1983). En su momento, no pudo ser estrenada y circuló de forma casi marginal proyectándose en sindicatos, centros de estudiantes, espacios culturales y distintas emisoras de televisión. Con el tiempo, este documental apto para todo público adquirió la talla de un clásico.
“Las proyecciones arrancaron en 1987 y siguieron en 1988 y 1989 cuando llevaba, a donde me convocaran, un proyector 16 milímetros. Eran convocatorias de sindicatos, municipios, universidades. La Universidad Nacional de Tucumán, en su Canal 10, la difundió sin cortes en dos oportunidades durante 1988”, recordó el director. “Luego siguió una gran tarea de difusión a cargo de Fernando Martín Peña, especialmente en universidades y escuelas de cine. En paralelo, a lo largo de los años 90 la película, tanto en celuloide como en video, fue haciendo su propio camino. De pronto me enteraba de que se había proyectado en la Universidad de Berkeley o en la de Londres, así como de la escritura de monografías a partir de su visionado en diversas facultades de nuestro país. Lo que más me sorprendió de esa etapa fue enterarme de que varias personas se decidieran a estudiar cine o carreras humanísticas a partir de su encuentro con la película”, reveló. “Seguramente lo que aumentó su conocimiento fue que a partir del año 2003, con la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia, no pocas películas, especialmente documentales que hasta ese momento estaban vedados en los medios electrónicos, llegaran a las pantallas de la televisión pública nacional y, poco después, al canal Encuentro. Más tarde, el desarrollo de las plataformas de Internet permitió un gran alcance y conocimiento de este documental en todo el país”, comentó Carlos.
En sus años de existencia, Juan, como si nada hubiera sucedido fue promotora de proyecciones, debates, conferencias, trabajos audiovisuales y académicos. “Resultó lo que yo quería: el pueblo se ha apropiado de ella, y hay compañeros muy queridos como Fernando Martín Peña, Roger Koza, así como Claire Allouche y en este caso Eduardo Crespo (director artístico del FICER), que tomaron la posta y continúan presentándola ante el público”, señaló Echeverría. El realizador también rescató que, con el tiempo, se vieron otras consecuencias de la película. Una de ellas fue que en diversos pueblos y provincias argentinas numerosos cineastas encararon la misma tarea dedicada a sus desaparecidos y a la denuncia de sus desaparecedores. Por otro lado, resaltó tanto la utilización de los registros fílmicos como el testimonio de quienes intervinieron en su realización como documentación judicial en la causa que sentenció a los responsables de crímenes de lesa humanidad.
Prisioneros de la tierra
La Función Especial Noche de Cinemateca propone un clásico restaurado de las primeras décadas del cine argentino: Prisioneros de la tierra, de Mario Soffici, filmada en Misiones y estrenada en 1939.
En el universo de los yerbatales misioneros, un inescrupuloso capataz descubre que uno de los mensúes se ha enamorado de la hija del médico del pueblo y desata una guerra personal contra él donde los efectos de la violencia se tornan irreversibles. Con guion escrito por Ulises Petit de Murat y Darío Quiroga sobre tres cuentos de su padre Horacio Quiroga, cuenta con las actuaciones estelares de Ángel Magaña, Homero Cárpena, Roberto Fugazot y Elisa Christian Galvé, con música de Lucio Demare. Es apta para todo público y dura 85 minutos.
Prisioneros… es considerada por varios historiadores la obra cumbre de Soffici en un período de auge del cine nacional, producida a los pocos años de estrenado el cine sonoro. “Soffici fue, sin duda, la figura principal de la década del 30”, afirmó el investigador y cineasta Octavio Getino. Soffici había debutado en 1935 con El alma del bandoneón, a la que siguieron Viento norte (1937) y Kilómetro 111 (1938). Para Getino, además de su rigor cinematográfico, a este director “lo guiaba la voluntad de indagar en temas nacionales con un gran respeto hacia los valores culturales, evitando fáciles esquematismos”. Esa búsqueda culmina en esta etapa con la producción más importante de la década, en la que aborda una “abierta denuncia de la explotación inhumana en los yerbatales, a la cual se incorpora la propia naturaleza, como un protagonista más del drama”; describió Getino, que supo destacar la dimensión efectivamente latinoamericanista -que hasta entonces no había sido muy común en el cine nacional-, lograda de la combinación de explotación social, conflicto humano, folclore y paisaje devorador. El crítico y docente Claudio España explicó que Soffici demostró, en toda su filmografía, “una segura preocupación social, al mismo tiempo que la necesidad de retratar con verismo personajes cuya contextura moral merecía atención”. Incluso, para Jorge Luis Borges fue significativa esta obra cinematográfica: “No recuerdo, en tanta sanguinaria película, una escena más fuerte que la penúltima de Prisioneros de la tierra, en que un hombre es arreado a latigazos hasta un río final… es casi intolerable de eficaz”.
Consultada por el proceso de rescate del material original, Paula Félix-Didier, directora del Museo del Cine Pablo Ducros Hicken, contó que se trató de un proyecto presentado a la World Film Foundation de Martín Scorsese, que restaura películas de todo el mundo a través de la Cineteca de Boloña y del Laboratorio L´Immagine Ritrovata. “Prisioneros de la Tierra es, para mí, una película muy importante de la historia del cine argentino y especialmente de la década del 30, y Mario Soffici es un director también muy especial que creo que merece mayor reconocimiento”, dijo Félix-Didier.
El Museo del Cine contaba con una copia en 16 milímetros y el coleccionista Fernando Martín Peña tenía otra. Luego de investigar, resultó que la Cinemateca Francesa tenía una copia 35 milímetros en nitrato (original de aquella época) que se veía muy bien, y encontraron otra en el Archivo de Praga, aunque esta última tenía los subtítulos impresos en idioma checo. Con todos esos elementos L’Immagine Ritrovata armó una copia lo mejor posible, que es la que se proyectará en Paraná. “Es el 35mm francés, pero con ciertas cositas de sonido que sacamos de las otras, que no estaban tan bien en esa, y se hizo la restauración digital de la película”, especificó la historiadora y archivista audiovisual. “Se estrenó en el Festival de Bolonia. Aquí se dio un par de veces, pero nunca en la Mesopotamia hasta ahora. Para nosotros era muy importante por la temática de la película, que fue filmada en la selva misionera y tiene una problemática muy común al tipo de economía de aquella época en la región, que tenía que ver con las plantaciones que podían ser de yerba, quebracho u otro tipo de explotaciones comerciales que terminaban con esclavitud por deudas”, destacó Félix-Didier. “Se ve como hacía muchísimo tiempo que no se podía apreciar”, invitó.
El 5° FICER se desarrollará en Paraná y en cinco subsedes de la provincia (Concordia, Federal, Concepción del Uruguay, Villaguay y Rosario del Tala) y es organizado por la Secretaría de Cultura de Entre Ríos. Comienza este miércoles 6 y se extiende hasta el sábado 9 de septiembre. Es impulsado por el Gobierno de Entre Ríos, a través de la Secretaría de Cultura. Toda la programación y actividades especiales del FICER son con entrada libre y gratuita, y se pueden consultar en www.ficer.com.ar