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Desde temprano, el sábado mostró una multitud en el circuito que tiene a la avenida 9 de Julio como centro de la escena. Se espera, para la tarde, la clasificación.
“Habrá un antes y un después de esta carrera”, dicen los organizadores de la carrera que paralizó al centro de la Ciudad de Buenos Aires. Y se frotan las manos desde temprano porque el centro de Capital Federal due un hervidero de gente, esperando al Súper TC2000.

Mucha, muchísima gente estuvo temprano a la vera de las calles, apostada contra las vallas que delimitan el circuito. Trajeron sillas, mate, gorras, máquinas de fotos y paciencia, bastante.

Y varios operarios, repartidos por varios sectores del circuito, terminando (contra reloj) el tejido y las medidas de seguridad. Pasadas las 11, no estaban terminados los que dan al Obelisco, por ejemplo.

La Policía Metropolitana se las ingeniaba para ordenar a la gente, que se dividía entre los turistas, los curiosos y los que, por trabajo, debían transitar por el microcentro. Con un poco de onda, muchos se la bancaban y esperaban que se abrieran los pasos que permiten pasar de un lado al otro de la 9 de Julio.

Por lo que se vio en la mañana de este sábado todo se multiplicará mañana domingo, cuando a partir de las 13 se corra la final del Súper TC 2000.

Los vendedores ambulantes están contentos, pero más parece estar Pablo Peón, el presidente de la categoría y el ideólogo de la carrera en el “Callejero”. Si todo sale bien, habrá logrado, como le gusta decir, cambiar la historia del automovilismo y también, darle OK a un negocio que está planteado por cinco años. Por eso, nadie piensa que algo puede salir mal.

La pista, por ahora, se mostró veloz y un poco sucia. Los pilotos saben que deben tener mucho cuidado porque un error podría echarlo todo a perder. Hay varios lugares de sobrepaso y también rectas en las que los autos podrían llegar a 235 km/h.